El placer de lo prohibido.

 




Que placer radica en lo prohibido.

Temperatura perfecta, luz muy tenue que solo evidencia nuestras siluetas y curvas.

Tiempo a disposición: una hora.

¿Que hacemos acá? Ni idea.

¿Como llegamos acá? Que importa.

Uno frente al otro, solos, simplemente mirándonos a los ojos. Sin emitir palabras.

Mi respiración está muy agitada por la escena,  por la expectativa que intento controlar.

Me despojo de todos mis tabúes,  rituales, egos y vergüenza. Decido ir desnuda de todo limite a esta batalla.

Tu mano va a hacia mi cara, acariciándole con una ternura insospechada. Muestras tus emociones como van naciendo.

Desabrocho tu camisa, tomándome mi tiempo y saboreando cada segundo junto a ti, pero sin rodeos.

Tus manos toman mi cara y llevas tus labios hasta los míos, para suavemente tocarlos y alejarte, como si estuvieras probando tus límites con cada movimiento.
Me besas ahora con pasión,  tu lengua penetra mi boca y despierta a la bestia somnolienta.

Te liberas de los miedos y tus manos rápidamente me desvisten, mientras las mías hacen lo mismo. Primero polera, camisa, sostén. Tus labios ahora recorren mi cuello, bajan por mi pecho hasta que llegas a mis pezones donde tu lengua juega un rato mientras me bajas el pantalón junto a la ropa interior.

No me esperas y te quitas tu pantalón y calzoncillo.

Apoyo mi mano en tu hombro y te bajo hasta mi vagina. Obedientemente haces caso a mi instrucción y me besas introduciendo tu lengua entre mis labios para llegar a mi clitoris,  pero no te detienes ahí, conoces mis deseos así que llevas tus dedos a penetrarme por ambos lados como sabes que me gusta.

Me das placer un tiempo penetrándome y lamiendo mi clítoris a distintos ritmos, como olas de placer de ritmo impredecible,  preparándome para lo que se viene a continuación.

Te levantas, tomas tu corbata mirandome desafiante.

Sin decir nada extiendo mis manos. Me amarras delicadamente y me llevas a la cama.
Abres mis piernas y me besas al mismo tiempo que tu dedo vuelve a penetrarme, estoy a tu merced.

"Ahora eres mía, ¡dímelo!" Me ordenas
"Soy tuya, soy tuya mi señor" respondo y la última palabra te vuela la cabeza.

Tu miembro ya está listo para la acción,  erguido y húmedo.

Me montas y lo llevas a mi cara.
"Chúpalo" me ordenas
Obedientemente te doy placer con mi boca y lengua. Recorro la cabeza de tu pene con mi lengua en círculos y lo intercalo con mucha succión.

Lo dejo muy mojado, estaba delicioso.

Ahora bajas y me besas por todo el cuerpo. 
Te detienes para ir a buscar hielo del frigobar. Llenas un vaso con los hielos y lo pones en la mesita al costado de la cama.

Llevas uno a tu boca y recorres todo mi cuerpo con ese hielo. Cada centímetro que recorre me eriza la piel.

Luego lo botas y con tu boca entumecida de fría, llevas tu lengua y me penetras con ella. Ese cambio de temperatura es un goce infinito, amplifica toda la sensibilidad de mi intimidad. Luego chupas otro hielo y tu lengua fría la llevas a mi clítoris con excelente succión, lamiéndolo.
No controlo y grito tu nombre.
¡Desamárrame! Ordeno.

Rápidamente me desatas, tomo tu trasero y te hago penetrarme con ese miembro exquisito profundamente.
Tus manos anclan las mías sobre mi cabeza y me embates cada vez más rápido y con más fuerza.

Mis gemidos y gritos evidencian que me acerco al climax, tu sudor   corre por tu pecho, tu espalda y luego cae sobre mi.

Tu mirada no se despega de la mia mientras me penetras, yo trato de gozar al máximo cada segundo de este erótico momento.

"Di mi nombre" me ordenas, a lo que rápidamente obedezco. Se que te excita oírme decirlo una y otra vez.
Te detienes, abrazas y nos rotas dejándote a ti abajo y a mi sobre ti.

Me inclino esta vez con mis manos apoyadas en la almohada, y me muevo hacia adelante y hacia atrás, así,  en ese ángulo mientras me penetras, estimulo mi clitoris. 

Esa posición me dura lo justo para que tomes un poco de aire.

"Sientate" ordeno. Los roles van y vienen sin guiones ni parámetros.

Y me siento a orcajadas quedando frente a ti, te vuelvo a colocar dentro de mi y como si leyeras mi mente tu mano se va a mi culo empujándome para una penetración más profunda.

Bajas tu mano por mi espalda hasta mi ano, metes tu dedo en mi y al mismo tiempo me presionas contra ti para una profundidad mejor.

El sudor corre por mi espalda y el climax se acerca, ya es inevitable, todo me excita: verte ahí frente a mi, loco de excitacion por mí, sin ningún freno.

"Eres increíble, me tienes loco" me gritas.
"¿Que me hiciste?" Me susurras al oído.

Con tu cuerpo empujas al mio, llevando mi espalda contra la cama y desenfrenadamente me embates, sin parar, sin detenerte a mis ruegos de que me iba. Como una bestia, empoderada me montas sin clemencia, sin pedir permiso, y me haces acabar como nunca antes.
El grito es un grito sordo, es tal el placer que no logro emitir sonido, solo clavo mis uñas en tu espalda como que mi vida dependiera de ello.

Me giras y dejas mi ano listo para ti.
Te acuestas sobre mi y suavemente me penetras por el ano.

"¿Estas bien?" Preguntas.
"¡Si, parteme en dos!" Grito y tu asombro y excitacion son evidentes.

Y simplemente pierdes todo control, ese que se que te permitió esperar a que acabara.

Me embistes una y otra vez, cada vez es las profundo y delicioso.

Tomas el lubricante y mojas mucho la zona para que el placer sea infinito.

"Llename  de ti" te ruego.

"¿Quieres que termine dentro de ti?" Preguntas
"Si" grito al mismo tiempo que el placer me lleva a traerte más dentro mio.

Como si te soltaras las esposas, te liberas y me embates una y otra vez, más y más fuerte siento tu miembro dentro de mi  estrecho ano.

Más y más fuerte, siento tu sudor caer sobre mi espalda.

Tomas mi cuello y arqueas mi espalda para besarme la boca.  Presionas mi cuello con la cantidad precisa de fuerza, precisa para excitarme aun más y la penetración para por un segundo quedándote dentro de mi.
Me liberas y caigo a la cama. Tiendes tu cuerpo sobre mi aun dentro mio, y me sigues penetrando. Tu mano toma la mía y tu boca besa mi espalda.

¡Que momento! No quiero que acabe (pienso para mi)

Se acelera el ritmo, se que vas a acabar, más y más rápido.

Y se viene esa contracción, ese gemido, ese bramido y gritas mi nombre.

Caes rendido sobre mi.

Por primera vez en mucho tiempo te ves relajado, pleno.

Acaricias mi cara y me confiesas que esperas esto no sea la última vez.

"Desde hoy soy tu esclavo o tu amo, como tu quieras" me confiesas.

Nos quedamos nuestros últimos minutos en silencio, besándonos.

Hay que volver a la realidad.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

DND (Do not disturb) - No molestar.

El encuentro

Dime que pare...