Rendido de placer para mi placer.
Ese día decidí mostrarte mi lado perverso, a ver como lo manejabas.
Te planteé la idea a ver como te iba y para mi sorpresa aceptaste gustoso.
Nuestra cama tenía esos pilares en las cuatro esquinas, así que decidí dar uso de ellos. Tome una cuerda y las ate a los dos postes de nuestra cabecera.
Te entregue las cuerdas atadas a unos aros, para que alcanzarás a cogerla con las manos tendido en la cama.
Te desnude y tendí dándome la espalda sobre la cama. Tome el lubricante y deje caer gotas sobre tu cuerpo, que saltaba al contacto de cada gota.
Instintivamente tus manos fueron a las argollas, y el lubricante recorría tu hermosos glúteos.
Mi dedo comenzó a viajar por tu espalda y se perdió entre ellos, masajeando lentamente preparando el área. Te retorcias de placer y decidí ir por más.
Tus manos firmes aferradas, aferradas para soportar las embestidas que lentamente iba aumentando el ritmo y profundidad, gozando cada uno de tus gemidos de profundo placer, ese que solo se da en la complicidad.
Te embestí hasta oir como acababas y como esa sábana se humedecia por el goce que te entregué con mi strap-op.
Que sensación más poderosa la de embestirte a mi antojo, esa sensación tan deliciosa que solo se puede gozar bajo el absoluto consentimiento.
Sabía que esa noche sería solo la primera de muchas, en la que cumpliría cada una de mis fantasías.
Comentarios
Publicar un comentario
Déjame tu comentario