Hoy te quiero en mi cama.
Sábado por la mañana, sólo tu y yo en casa.
Tu mano recorriendo mi muslo, tan lentamente, que alcanzo a percibir ese calor que emana sobre mi piel. Percibiendo como subes por mi pierna memorizando cada curva de mi cuerpo, en ese ritmo suave, tortuoso y perfecto.
Recorres mi camino sinuoso hasta mi trasero y con tu suave tacto se contrae mi sexo, hambriento, donde la tensión empieza a crecer, esa que solo libera presión dejando escapar uno que otro gemido, acompañando tu ritmo en un canto de profundo y ardiente deseo.
Si, contigo no hay vergüenza, soy yo y te encanta.
Vuelve mi atención nuevamente a ese calor entre tu mano y mi trasero,
¡Como enciente mi hoguera!.
Lo sabes, porque ya conoce cada una de mis expresiones y te llena de goce excitarme con solo tocarme y ver como se encienden y cierran mis ojos rítmicamente en cada toque tuyo.
Tu mano sube en ese, al mismo tiempo, maldito y bendito ritmo. Esa mano grande, perfecta para mi cuerpo, que mientras sus dedos juegan y recorren cada vertebra de mi espalda, su dedo pulgar se deleita con las curvas de mi cintura.
En tu cara se dibuja una sonrisa y rompes el silencio para decir:
“Amo tus curvas, son perfectas”. Tu voz deja ver lo profundo que cala ese sentimiento en ti, que así como mis gemidos, encuentra liberación expresando tus pensamientos. Esa sinceridad que me desarma.
Tu mano llega al centro entre mis escapulas y te detienes.
Nuestros cuerpos recostados desnudos, de lado, enfrentandonos. Yo con un atisbo de timidad o tal vez solo sentirme como esos cuadros de hermosas mujeres cubiertas en las mas sensuales sabanas, dejo la sabana hasta la altura de mis caderas cubriendo mi sexo.
Te detienes a contemplarme, quizás empaparte de este momento, respiras profundo y tu mano va a mi cara. Firme, pero tiernamente, la toma y con un dedo recorre mi labio inferior.
“Ay” es lo único que dices y me besas en un beso eterno, de esos que no se quiere despertar.
Donde no me resisto y voy sobre ti, montándote, apoyo mis antebrazos a tus costados para contemplarte un poco más, esta vez yo llenar mis sentidos de este momento y robarte besos a cuentagota. Pero no por mucho tiempo.
En un solo movimiento, giras los cuerpos y ahora yo estoy debajo de ti.
Damos nuevamente rienda suelta a la pasión que generan nuestras ganas.
Tus manos atan entre sus dedos a las mías y las llevan sobre mi cabeza. Tu boca besa fuertemente mi cuello encendiéndome aun más, si es posible, incendio que solo encuentra alivio al sentirte penetrarme, al mismo tiempo que bajo mis piernas, que te abrazan, siento tu trasero contraerse al ritmo que tus embestidas marcan y como un majestuoso y orgulloso animal alzas tu pecho para exhibirte entre embestida y embestida dejando escapar a mis labios un beso tierno cada tanto.
Como un hombre puede ser semejante bestia lujuriosa y desbordante de ternura al mismo tiempo.
Me detengo un segundo a pensar mientras te contemplo.
Ya la respiración es muy agitada y los gemidos marcan el ritmo de nuestro erótico baile. Aceleras el ritmo y descanso mis piernas sin tú dar tregua a tus embestidas. Esos ojos empiezan a irse de los míos, tus gemidos hacen coro a los míos y mis manos aprietan cada vez mas fuerte las tuyas, aferrándose con demencia a este momento. En un golpe final, el remate final, reventamos de placer en un grito sordo y audible al mismo tiempo, donde el cielo y el infierno se tocan por unos segundos y detengo mi atención a ver tus ojos blancos de placer acabando para luego caer rendido sobre mí, donde nuevamente encuentras refugio entre mis piernas y brazos que te abrazan y envuelven.
Dejo que mi cara se pierda en tu cuello intoxicada de tu aroma.
El mas delicioso silencio, sólo roto por una confesión:
“Te amo”
Precioso
ResponderBorrarMuchas gracias
ResponderBorrar