El sexo en evolución

 



Esta historia parte con la experiencia donde por primera vez tuve el peor sexo de mi vida, fue un desastre - si son de mi época, imagínense a Mr. Bean teniendo sexo-  no podía creerlo, menos de semejante Adonis que estaba probando, un hombre que de verlo daba hambre, si me entienden.

Este Adonis se me acercó a conversar, obnubilada por su estampa no era mucho lo que lograba atender a su historia, solo escuché que estaba vacunado ya y esto era suficiente. Me planteó que el no quería nada más que sexo y fue música para mis oídos (ya me conocen). De inmediato le indique que queríamos lo mismo, solo sexo casual y que era fémina no se enamoraba. Pero ni en un millón de años esperé encontrarme con semejante realidad.

Luego de este desastre dije, no me llamará, es imposible, nadie lo hace después de semejante desastre. Me equivoque, me contactó y solicitó una segunda visita.

Luego de mucho pensarlo, decidí intentar una segunda vez, segunda “cita” – y lo pongo entre comillas porque ninguno de los dos buscaba nada más que sexo – y para mi lamentable sorpresa fue igual de desilusionante. Sin goce, ni clímax, pero una evolución de la primera cita.

A diferencia de todos los hombres que he conocido, este hombre era persistente y solicitó una tercera visita. La verdad aún no sé porque acepté (dado su historial) pero lo hice y acordamos día y hora.

Y bueno, ocurrió lo impensado: Mi prohibido me visitó (el mismo día de mi tercera visita del Adonis sin habilidades). Si, era mi prohibido en mi apartamento y de inmediato me confesó las reales intenciones de su visita, las cuales eran muy perversas: Quería follar. Me negué, la situación había cambiado, ya no me excitaba verlo, siempre he dicho soy de tiempos y el de él había pasado, adicional al hecho de la sororidad que me embargaba por su señora que no sospechaba nada. Guio la conversación haciendo recuerdo de todo aquello que nos dijimos que haríamos, me recordó ese juego que solo nos llenaba de excitación y me comenzó a excitar (lo que disimulé estoicamente).

Siempre jugué a torturarlo, tanto así que se que tuvo que conducir de regreso con una erección y mucha humedad, no pude enviarle textos para comprobar y estimular su excitación. Pero si bien dije que no, mi excitó era de una manera brutal, quede al borde de decir que si, su falta de empuje y habilidades de seducción lo hicieron irse sin antes permitirme aceptar sus malas intenciones y lo hubiera hecho.

Ardiente, escribí a mi amateur fallido, casi rogándole que llegara antes de nuestra hora apuntada, necesitaba descargarme. Fue una tarde eterna, porque no pudo adelantar la visita.

Llega la hora de nuestro tercer encuentro y al entrar una vez terminado el protocolo COVID, me lancé sobre el sin ningún preámbulo, directo a mi presa, si eso era esa noche, era mi presa, mi objetivo para descargarme y el gustoso de serlo.

Lo llevé al sofá, nos desnudamos en segundos y pude ver su excitación en ese falo erecto. Fui rápidamente por lubricante y lo monté como una fiera hambrienta. Lubriqué tanto su falo como mi estrechez excitándome aún más y sobre su glande me dejé sentir ese grueso miembro, si, era grueso, penetrar mi ano suavemente controlando el ritmo, yo con el control de los tiempos y lo que hacíamos: ¡Estaba a cargo y esa era mi gloria!

Aceleré el ritmo sobre él, ahí en el sofá - ese mismo donde antes me negué a el hombre que desee por meses – el placer aumentaba a cada movimiento de mis caderas haciendo que la tensión en mi vientre se acumulara, pero no quería parar, el orgasmo no era la meta porque el goce era demasiado y no quería que se detuviera.

No sé qué tiene el ano, pero perderme en su goce es mi vicio, es francamente delicioso.

Decidí que no le permitiría acabar. Sin salir aun de mí, continuaba controlando el ritmo, esta vez iba a ser distinto, deseaba que acabara en mi boca y tragar su leche (una novedad para mi), pero no estaba yo presente, era la Bestia y ella hace lo que se le da la gana.

Luego de saciar mi placer (acabé yo, pero no él, bendito sea) se retiró a lavarse y volver con ese falo aún erecto, cargado y listo para mi acción, tome mi pelo en una cola (sé que los excita), puse un cojín en el piso bajo mis rodillas y di rienda suelta a mi lengua en su falo erguido, a mi placer, recorriendo como sé que le excita, jugando con su frenillo y su glande hasta sentir las pulsaciones de esa vena, tragármelo hasta el fondo para excitarlo aún más mientras esa vena pulsaba cada vez más y sus gemidos ratificaban el nivel de excitación hasta que finalmente recibí toda la descarga de su pene y la trague.

Personalmente, si bien lo encontré algo muy erótico, mi reflejo fue de regurgitar por lo que no lo volveré a hacer, pero siempre hay que probar toda una vez, ¿no? Al menos es mi teoría.

Agotados, fuimos rendidos a mi cuarto y nos tendimos en mi cama donde luego de un tiempo me volví a encender y nuevamente fui al ataque. Esta vez al saber que lo llevaba al final, ensarte mi culo en si falo montada sobre este, esta vez sin lubricante, quería sentir ese dolor tan placentero, ese que se provoca cuando el falo se abre espacio en mi estrechez centímetro a centímetro. Y vaya que lo disfruté, gocé cada milímetro que entraba, como se abría paso, como mi estrechez se resistía coquetamente, hasta terminar sentada sobre sus bolas y penetrada al 100% donde se escapó el primero de un tren de gemidos muy audibles. Inicié mis movimientos de cadera mientras él se dejaba querer y sus jadeos y gemidos me indicaban cuando bajar el ritmo y cuando acelerar. Continué mi baile sintiéndolo dentro mío con la presión de las paredes de mi estrechez, excitándome cada vez más y más. Mis movimientos se aceleraron más y más hasta que no pudo más y se reventó dentro de mí.

Nuestra segunda ronda había sido igual de placentera que la anterior para mi sorpresa, la verdad estaba ciega de deseo, ciega de lujuria, la Bestia era la que actuaba, todo mi autocontrol desapareció.

Agotada me recosté a su lado, ambos jadeando aun, afirmando lo bueno que estuvo y pensé que ese sería el último a pesar que la Bestia aún tenía hambre, pero me equivoque para beneplácito de la Bestia.

Luego de varios minutos que tuvo para reponerse, me comenzó a besar sin detenerse y entre miles de besos me montó y me embistió fuerte, ansioso, descontrolado, hasta llevarme al orgasmo nuevamente y por fin calmando la Bestia.

Esto finalizaba nuestra sesión ese día, complacida, calmada y agradecida de su excelente performance.


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