Olor a Café

 





Al llegar a la oficina desde la entrada se podía percibir el delicioso aroma da los granos de café quemados.

Ese día había llegado temprano y decido prepararme mi taza de café con leche y un toque de vainilla. Era mi ritual de las mañanas, pero sola, esos extraños días en que lograba llegar antes de todos y tranquilamente prepararlo.

Entre las notas del aroma del café puedo percibir un perfume familiar que me hace girar la cabeza para confirmar que eres tú. Me sonríes y me pides si puedo prepararte un café, a lo que asiento.

“En cuanto termine el mío te lo preparo

“Que buen aroma, ¿Me preparas uno?” Escucho tras de mí, eras tú, reconozco tu voz donde sea. Embebida en mi proceso matutino demoré la respuesta y tu mano va a mi hombro: “Por favor, te quedan tan buenos” me insistes.

“Claro, debes esperar unos minutos, esto ya sabes toma tiempo, bueno, todo lo que vale la pena toma tiempo ¿No?” Respondí con una pizca de malicia y me respondiste con na leve sonrisa.

De pronto escucho el golpe de la puerta al cerrarse, “tendré que ir a dejárselo a la oficina” reclamaba para mí. Pero siento unos pasos, pero no los tomo en cuenta y continúo mi proceso, mi arte cafetero.

De pronto una mano toma mi cintura haciéndome saltar, me gira y veo que eres tú. Me apoyas contra la mesada, tu mano a mi cuello y lo agarras con presión, pero sin dañar y tu otra mano se afirma sobre el mueble de la kitchenette, tu pelvis la apoyas sobre la mía para que note lo excitado que llegaste hoy en la mañana.

Me quitas mi mascarilla y la tuya, tus ojos fijos en los míos en cada movimiento que haces. Ahora tu mano se aferra a mi mandíbula dibujando un beso en mis labios con firmeza y determinación, lo que lejos de ofenderme me sorprende y excita de sobremanera, no aparentas ser ese tipo rudo y vaya que me ha costado encontrar este tipo de determinación en un hombre.

Puedo sentir como tu deseo me va intoxicando al respirar sobre mí, con esa respiración acelerada, excitado, dominante y al mismo tiempo intentando controlar esas ansias, ganas de placer que doblegan tu voluntad, en ese minuto en el que estas a punto de perder el control, lo sabes, lo sé, pero ya esto no es nuevo y siempre ha ganado la razón o el destino nos interrumpe cruelmente.

Sin pensar más me besas, ¡Sí! Puedo por fin conocer el sabor de tus labios, sentir su textura sobre mis labios. Sentir el suave recorrido de tus manos bajo mi blusa y tu erección en mi mano. Ardo de deseos que lo liberes, subas mi falda y me embistas contra el miro sin piedad alguna, solo buscando alivio a nuestro infierno. Que el romance quede para otros amantes.

Adivinando mis pensamientos tus manos van bajo mi falda y con dos dedos pruebas como la humedad ha invadido todo mi venus, húmedo y ardiente por ti.

De pronto un golpe en la puerta y en una milésima de segundo nos separamos, ordenamos y jadeantes, tratando de recuperar el ritmo normal de la respiración, te acercas a la puerta para abrir y aparentas que está atascada y muy bien actuado, como todo un infiel experto, convences que falló la puerta.

Me miras y yo ya estoy de vuelta a mi café, dándote la espalda, intentando controlar mis jadeos y lo rojizo de mis mejillas.

No podré olvidar en todo el día el sabor de tus labios y tu del mío, así como el sabor de mi venus, porque sé que en tu escritorio lo probaste, no pudiste resistir.

 


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