Si, fue su mirada...
Si, fue su mirada.
Siempre creí ser hetero, pero el día en que
entraron a mi oficina esos ojos a saludar sabía que estaba perdida. Si, siempre
son los ojos.
Entró con una energía muy chispeante, a presentarse
y yo estaba inmersa en los miles de informes que debía presentar, pero por cortesía
levanté la mirada para saludarla y presentarme también, pero quedé muda. Mi
rostro se sentía hirviendo en llamas, mis mejillas estaban absolutamente rojas,
mi cuerpo no era indiferente a semejante belleza.
Ella poseía esa belleza que crees es solamente
posible de lograr con un filtro de alguna de las redes sociales, jamás mis ojos
habían presenciado semejante belleza, me dejó sin habla.
Me saludó y me dijo: “Hola soy Lauren, pero me
puedes decir Laura si te es más fácil” me dijo con un guiño y una sonrisa. Yo
aun muda. Solo era capaz de sonreírle sin poder apagar el rojo de mis mejillas.
Sonrió y me preguntó cuál era mi nombre. Mi
sistema nervioso no sabía que estaba pasando, sólo podía imaginarlo como la
gran consola de esa película infantil con todas mis personalidades corriendo de
un lado a otro con el botón de pánico encendido y las alarmas con las luces
rojas de fondo gritando evacúen la sala.
Por un bendito milagro, que aún no descubro
cual, me salió el habla y me presenté: “Violeta, mi nombre es Violeta”. Me
levanté a darle la mano y ella muy cordialmente me correspondió el saludo. Fue
una corriente eléctrica que solo había sentido con mis parejas sexuales hasta
ese día. Me puso la piel de gallina y mi cerebro aun no llegaba a acuerdo en
que decir para no parecer una completa idiota.
Para mi sorpresa sus mejillas se pusieron rojas
también al tocarme y su mirada se fue al suelo. Ese saludo duró un poco mas de
lo que normalmente duran.
Se retiró de mi oficina sin antes despedirse e
intenté volver a trabajar, pero era imposible. Mi sangre hervía a 1000°C, mi
piel estaba a segundos de despegarse de mis músculos, sentía todo amplificado,
los sonidos, su voz. Su voz reverberaba en mi cabeza como esas músicas que no
logras sacártelas por semanas. Su voz que solo me decía su nombre: Lauren.
No pude más, me levanté y fui al baño a mojarme
la nuca a ver si lograba calmarme un poco. Abrí la puerta del baño y estaba
ella ahí, haciendo exactamente a lo que yo iba. Nos miramos por el espejo como
quien ve un fantasma, pero no dejamos de mirarnos.
Ahí estaba ella, con su nuca húmeda, con esas
gotas corriendo por su espalda y marcando el recorrido en la polera que traía puesta.
Solo ver esas gotas mi mente no pudo mas que desear que fueran de sudor y sobre
mi.
Yo, aún con la mano en la manilla de la puerta,
estática pero al mismo tiempo manteniendo la puerta cerrada, de pronto me hice
muy conciente de eso, pero no podía sacar mi mano de ahí.
“Me dio un poco de calor” finalmente rompe el
silencio ella, claramente la mas valiente de las dos.
“Si, de pronto se puso muy caluroso el ambiente”
respondí mientras mi mujer interior me golpeaba con una almohada la cabeza por
ser tan evidente.
“La verdad si” respondió ella, pero esta vez no
con una mirada de sorpresa o simpatía, era una mirada de esas que solo las
mujeres sabemos dar a quien queremos sea nuestra presa, era una mirada que extendía
todas las invitaciones que mi cerebro quería recibir.
Finalmente mi cuerpo se decidió a funcionar y
solté la manilla para acercarme al vanitorio. Me incliné y tome un poco de agua
en mi mano para luego humedecer mi nuca.
Ella estaba a mi lado, mirándome, sin hacer nada más.
Llevé mi mano a mi escote en un inocente
intento por aplacar el calor que provocaba ella. Abrió esos ojos hermosos y no
pudo sino seguir el recorrido de mi mano hasta mi escote.
En ese instante me di cuenta de que podía
iniciar un juego muy interesante o simplemente irme. Mientras yo debatía
dementemente dentro de mí, ella repitió como un espejo mi movimiento y también
refresco su escote (bastante mas prominente que el mío). Solo pude tragar
saliva, cuyo sonido podría haber jurado que fue como si mi garganta fue un
amplificador de sonido a todo volumen, dejándome en evidencia frente a ella.
Apoyó ambos brazos en el vanitorio, miro hacia
el frente y luego giró sus ojos hermosos hacia mí, dejando que su pelo cayera
por un costado de su cara.
“Se ve que esto va a ser interesante, ¿no?”
dijo esto y se retiró.
¡¿Qué quiso decir con eso!? ¿El trabajo? ¿Nosotras?
¿Hay nosotras? ¿Es esto mutuo? Aquí estaba absolutamente fuera de mi elemento,
porque jamás una fémina había provocado semejante reacción en mí. Me dejó llena
de preguntas. Sin saberlo aún había conocido mi par.
Comentarios
Publicar un comentario
Déjame tu comentario