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Si, fue su mirada...

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  Si, fue su mirada. Siempre creí ser hetero, pero el día en que entraron a mi oficina esos ojos a saludar sabía que estaba perdida. Si, siempre son los ojos. Entró con una energía muy chispeante, a presentarse y yo estaba inmersa en los miles de informes que debía presentar, pero por cortesía levanté la mirada para saludarla y presentarme también, pero quedé muda. Mi rostro se sentía hirviendo en llamas, mis mejillas estaban absolutamente rojas, mi cuerpo no era indiferente a semejante belleza. Ella poseía esa belleza que crees es solamente posible de lograr con un filtro de alguna de las redes sociales, jamás mis ojos habían presenciado semejante belleza, me dejó sin habla. Me saludó y me dijo: “Hola soy Lauren, pero me puedes decir Laura si te es más fácil” me dijo con un guiño y una sonrisa. Yo aun muda. Solo era capaz de sonreírle sin poder apagar el rojo de mis mejillas. Sonrió y me preguntó cuál era mi nombre. Mi sistema nervioso no sabía que estaba pasando, sólo p...

Olor a Café

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  Al llegar a la oficina desde la entrada se podía percibir el delicioso aroma da los granos de café quemados. Ese día había llegado temprano y decido prepararme mi taza de café con leche y un toque de vainilla. Era mi ritual de las mañanas, pero sola, esos extraños días en que lograba llegar antes de todos y tranquilamente prepararlo. Entre las notas del aroma del café puedo percibir un perfume familiar que me hace girar la cabeza para confirmar que eres tú. Me sonríes y me pides si puedo prepararte un café, a lo que asiento. “En cuanto termine el mío te lo preparo “Que buen aroma, ¿Me preparas uno?” Escucho tras de mí, eras tú, reconozco tu voz donde sea. Embebida en mi proceso matutino demoré la respuesta y tu mano va a mi hombro: “Por favor, te quedan tan buenos” me insistes. “Claro, debes esperar unos minutos, esto ya sabes toma tiempo, bueno, todo lo que vale la pena toma tiempo ¿No?” Respondí con una pizca de malicia y me respondiste con na leve sonrisa. De pront...

El Quiropráctico

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  Como siempre, Stella llegó puntualmente a su hora, abrió la puerta y se sentó a esperar su turno con su quiropráctico, ese hombre hacía magia. Stella llegó a él muy bien recomendado por dos amigas que se atendían con él, por lo que no tenía reparo alguno en confiar en sus técnicas. Ella, si bien lo disimulaba muy bien, tenía muchos deseos de usar esa camilla para algo más que sus sesiones semanales. Él era un hombre medianamente atractivo, educado y con unas manos de ángel. La llamó para su sesión, le pidió que se quitara la blusa y ella con un plan en mente decidió no llevar brasiere ese día. Se sacó la blusa de espaldas a él y este quedó mudo. Le ofreció una bata, pero Stella no la aceptó, se tendría que poner la blusa de inmediato, para que usar una bata. Realizó el control en su espalda y luego se puso la blusa. Se giró y podía ver en el la incomodidad que esto le provocaba, se notaba excitado, pero debía contenerse muy bien, ella era su paciente y no había ninguna op...

Violeta II

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  No podía creer su exhausto, el que por primera vez ella haya sido la sorprendida, que ese hombre que dormía a su lado le empataba en su juego. Si bien esto la hacía feliz, despertó en ella la necesidad de superarlo, su lado competitivo siempre tomaba lo mejor de ella. Decidió que había pasado tiempo suficiente para que descansará y desapareció bajo las sábanas. Se enfrento a su falo durmiente y la punta de su lengua tocó a penas su glande y este respondió con un leve movimiento. Su mano fue a la base de ese falo, que ya era suyo, y suavemente hizo presión en la base con sus dedos, simulando un anillo. Empezó a sentir como se engrosaba más y más, ya su lengua recorría los bordes de ese hinchado glande y podía ver el efecto que provocaba en el, cada vez más erecto, más deseoso de ser engullido por ella. Dante despierto ya no emitió sonido, disfrutaba mucho ser despertado así. Cerró los ojos y se perdió en las sensaciones que cada toque de la lengua de Violeta le probocaba...

El sexo en evolución

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  Esta historia parte con la experiencia donde por primera vez tuve el peor sexo de mi vida, fue un desastre - si son de mi época, imagínense a Mr. Bean teniendo sexo-   no podía creerlo, menos de semejante Adonis que estaba probando, un hombre que de verlo daba hambre, si me entienden. Este Adonis se me acercó a conversar, obnubilada por su estampa no era mucho lo que lograba atender a su historia, solo escuché que estaba vacunado ya y esto era suficiente. Me planteó que el no quería nada más que sexo y fue música para mis oídos (ya me conocen). De inmediato le indique que queríamos lo mismo, solo sexo casual y que era fémina no se enamoraba. Pero ni en un millón de años esperé encontrarme con semejante realidad. Luego de este desastre dije, no me llamará, es imposible, nadie lo hace después de semejante desastre. Me equivoque, me contactó y solicitó una segunda visita. Luego de mucho pensarlo, decidí intentar una segunda vez, segunda “cita” – y lo pongo entre comillas ...

Violeta

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  Conoció a Violeta en una fiesta, luego de unos tragos y un poco de baile entró Dante mas en confianza y se acercó para besarla. Ella lo besó, no tenía reparos cuando deseaba algo y Dante era una escultura griega.  No perdieron tiempo y fueron a la casa de Violeta que estaba a solo unas cuadras de  donde estaban.  Al llegar a su casa, mientras se besaron se quitaron toda la ropa y Dante pensó en el sofá (lo más cercano), pero Violeta tenia otros planes. Violeta tenia una apariencia bastante promedio, ni delgada ni gruesa, tenía sus carnes bien distribuidas y eran abundante en la justa medida. Su vestimenta era siempre impecable, gustaba de la moda y tenia un toque excéntrico que acentuaba aún más esa personalidad extrovertida. Era un verdadero imán para los hombres solo por la energía y confianza que irradiaba.  Lo que no sabía Dante era que ella tenia unos gustos un tanto peculiares, pero pronto lo averiguaria. Violeta lo tomo de la mano y lo llevó al cuarto,...

Una noche mágica

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  Entre las burbujas de la champaña se desvaneció nuestro sentido común. Era una reunión de amigos como cualquier otra, de esas que hemos tenido mil veces. No sé qué cambió esa noche, conversamos una botella, luego otra y luego otra. Fuimos el chiché del alcohol, esa tradicional excusa de la perdida de cordura por las burbujas. Sin saber cómo, terminamos besándonos, absolutamente embriagada nuestra razón, entregados a los instintos más básicos, eso que ni las buenas costumbres, ni la sororidad, ni esa capacidad de los seres humanos de contenernos cuando sabemos que de no hacerlo nos restará el resultado más que nos sumará, pudo controlar. Pero esto no fueron instintos básicos, no fue la clásica noche de lujuria y desmadre. Esto fue amor. Fue lento, bello, natural, embebido de cariño. Primero nos perdimos en besos eternos, esos que compensaban años de ausencias y porque no de ganas. Mis manos recorrían tu cabellera crespa rubia, tan suave que me perdía en ella mientras m...